Ingeniería Civil
Un Blog dediaco a la Ingeniría Civil y algo más de temas especiales para todos los que se dedican a la construcción
lunes, 1 de mayo de 2017
martes, 17 de enero de 2017
viernes, 30 de diciembre de 2016
jueves, 26 de noviembre de 2015
Edificar es resolver un problema
Saber Construir
Edificar es resolver un problema
De acuerdo con la tradición, antaño, edificar consistía en aplicar, para satisfacer un programa particular, unos
procedimientos sancionados por la experiencia.
La creación radica en trazar planos y alzados,
aclarados, si es preciso,
por las secciones y por las memorias adjuntas. La ejecución se confía a oficios o empresas,
que reivindican la facultad de resolver los problemas, perfectamente dominados, que
plantea la realización de obras del todo conocidas.
Si el edificio así levantado es satisfactorio, se debe, a la
vez, a que el tiempo ha
eliminado tanto los conceptos como las ejecuciones peligrosos y a que el usuario, por no ser capaz de imaginar más
que lo que conoce, se contenta con la repetición indefinida de lo que siempre
ha visto.
Este sistema ha sufrido los primeros impactos
con la aparición de las
instalaciones de comodidad, las cuales, al principio, fueron pura y simplemente añadidas al edificio:
la fontanería, la calefacción, la electricidad se proyectan y realizan después de terminada
la construcción. (En Austria,
todavía se procede así y los contratistas de calefacción no quieren intervenir hasta que el
edificio ha sido recibido.)
Otros impactos reconocen su origen en la
aparición de estructuras, trasunto de las de obras
públicas: esqueleto metálico y, luego, hormigón armado; tales novedades acarreaban
trastornos en la ejecución de la
obra gruesa. Y su aplicación exigía cálculos, que en seguida se confiaron al ingeniero.
No nos dimos cuenta, a la sazón, de la profundidad de los
cambios acaecidos. Por ejemplo, en el período de entreguerras, se han
edificado, al amparo de la tradición,
construcciones de hormigón armado cuajadas con ladrillo hueco, que son una ofensa a la acústica y a los efectos
atérmanos. Pero, no nos atrevíamos a
creer que pudiera existir otra manera de
concebir el edificio más que la tradicional. Así pues, la novedad recibió el nombre de tradicional, eludiendo así los
problemas que plantea el convencimiento de la incapacidad
de la tradición para
suministrar los instrumentos
intelectuales indispensables para el empleo de las novedades reales de nuestro siglo
industrial.
Después del 1945, se ha
acelerado el ritmo de aplicación de novedades.
Aparecieron
procesos de construcción más
revolucionarios y, no obstante, fue preciso tiempo para que los más atrevidos
reconocieran que la referencia a la tradición había prescrito.
Esta evidencia,
que se manifestó paulatinamente, no
apareció a los que tenían la misión de redactar los proyectos, sino a
quienes debían decir si los nuevos materiales y procedimientos eran aceptables.
De una nueva solución no cabe decir si es buena o mala por la sola referencia a
una solución antigua de un problema no planteado.
Esto salta a la
vista en la paradoja del muro. Un muro tradicional, aceptable en el clima de la
meseta central, es el de cantería de 35 cm de
tizón, con enlucido interior de yeso.
El muro no tradicional, en el que se indaga si es aceptable, será comparado al muro de cantería, como índice de
referencia. Vamos a cotejar sus pesos, sus resistencias, sus porosidades, sus
dilataciones, sus aislamientos térmicos, etc. ¿Y después? ¿Tienen, en todo,
iguales características el muro nuevo y el muro antiguo? Esto no es posible
más que si el muro nuevo es un muro de cantería de 35 cm con pañete de yeso, lo
cual contradice la afirmación de que el muro es nuevo. Por tanto, las
características del muro nuevo son diferentes de las del muro tradicional de
referencia. ¿Hay en ello ventaja o inconveniente? Nada nos permite, por ahora,
decidirlo. Por otra parte, si meditamos un poco, ni siquiera sabemos por qué el
muro tradicional es bueno.
Si, por
consiguiente, queremos emitir juicio sobre el muro nuevo, es preciso que
definamos la función que ha de desempeñar en la construcción y verifiquemos si la cumple. Más, tal función en
el campo tradicional, jamás ha sido definida. Todo el mundo ignoraba si
convenía que el muro tuviera cierta porosidad, cierto aislamiento, en general,
ciertas características físicas determinadas.
Además, comprobamos muy fácilmente que dicha función no
es independiente de la exigida a otros elementos de la construcción. El muro
será diferente según sea o no sustentante, desde luego, pero también según que
los demás elementos constructivos sean o no macizos, según que la pared esté o
no protegida de la intemperie por salidizos, cornisas, etcétera.
En pocas palabras, la función
muro posee un contenido variable según la organización de conjunto adoptada
para la construcción. No es, por tanto, a nivel de las funciones de los
diferentes elementos que podremos afianzarnos sobre terreno
firme.
Hay que subir aún más, para
considerar la finalidad que se quiere alcanzar al construir el edificio, donde
hallar base segura.
Pero, ¿es posible formar
la lista de todo lo que exigimos a un edificio?
Nuestra respuesta
es: Sí,
es posible y vamos a demostrarlo a continuación.
Ya desde ahora,
subrayamos que este proceso de pensamiento, que se
ha desarrollado en el Centro científico y técnico de la Edificación, en París,
obligado a ensayar los nuevos materiales y procedimientos de construcción para
otorgarles el beneplácito, conduce el modo de abordar el problema
constructivo a la manera ordinaria de plantear los problemas industriales. Se
empieza siempre por plantear el problema que debe ser resuelto, en
relación con las pruebas exigidas. Y será válida cualquier solución que
responda al conjunto de las exigencias manifestadas.
Se dirá, empero, que,
cuando se redacta el programa de una construcción ya es, en efecto, lo que se
hace. Sí, en parte. El programa de un inmueble de viviendas, por ejemplo, dará
indicaciones sobre 'el volumen general del
edificio, el número y la composición de las viviendas, el tipo de las mismas
respecto a los reglamentos de ayuda financiera del Estado, el precio. Pero, no define lo que se entiende por
vivienda.
Dicha laguna queda
colmada, en parte, por el reglamento de la construcción.
Tal vez sólo mañana, como remate de nuestra actuación para definir la vivienda
mediante el enunciado de las exigencias, se conseguirá un reglamento que
dé la definición completa de la vivienda.
De momento,
retengamos que, además del programa explícito del cliente, quien no
apunta más que a una operación privada, hay un programa implícito y general,
que se expresa en exigencias y que constituye el desarrollo, la definición
del vocablo vivienda. Claro está que lo válido para la vivienda, también
rige para oficinas, escuelas, hospitales, talleres, salas públicas para
asambleas, etc. A lo sumo, hay que observar que la vivienda es, con mucho, el
local mejor definido por los reglamentos oficiales.
Dejamos para el capítulo siguiente el pormenor de las
exigencias del hombre respecto a los locales
en que mora (asimismo, del ganado para el establo y aún del grano para
los silos) y decimos aquí cómo se pueden clasificar
dichas exigencias:
Hay las manifestadas por el hombre, como
animal vivo, o. sea:
Exigencias fisiológicas
Las manifestadas por el hombre, cual ser
inteligente
Exigencias psicológicas
Las del hombre, como ser social
Exigencias sociológicas
Y, por fin, las del homo œconomicus
Cabe reagrupar los tres primeros tipos de
exigencias bajo la rúbrica
común exigencias
de habitabilidad, al paso que las exigencias económicas pueden descomponerse en una
exigencia de durabilidad y una exigencia de costo o económica propiamente dicha.
Algunas de las citadas exigencias tienen carácter absoluto. No cabe transigir con la proporción de óxido de carbono
admisible en el aire que se respira. Otras
van vinculadas a la educación y también a los recursos: son las que suelen
recibir el nombre de exigencias de comodidad o de bienestar.
Hace unos años, propusimos la adopción de tres niveles al
respecto: modesto, medio y superior. La Asociación de la Salud pública
americana contempla cuatro
niveles: no morir, no estar enfermo, estar en condiciones de trabajo eficaz, estar en
condiciones agradables. Cuatro niveles son muchos y, además, dichos niveles entremezclan
lo absoluto con lo relativo. Nuestros tres
niveles, hoy, ya nos parecen una precisión excesiva para la mayor parte de las exigencias.
En realidad, es suficiente considerar, por un
lado, las exigencias absolutas y, por otro, un valor de
las exigencias relativas, con relación
al cual se aplicará
un aumento para los ricos y una reducción para los pobres.
Sea de ello lo que fuere, podemos, pues,
establecer una lista de exigencias con sus niveles
respectivos.
Es posible aún formular otra lista de exigencias: las de la
colectividad dentro de la cual se construirá el
edificio.
Una
comunidad de edificios crea un entorno caracterizado por determinadas
magnitudes: nivel sonoro, polución
del aire, del agua, etc. Para que esas magnitudes
queden por debajo de los límites del edificio, es preciso que cada cual respete cierta disciplina y no contribuya,
allende determinado valor, a la creación de molestias colectivas. Las
exigencias de la colectividad son la resultante de dichos valores.
Los edificios, por otra parte, deben mostrar
congruencia con las exigencias de sus moradores en el
sentido en que se alzan. Esto es de una claridad
meridiana, pero no es inútil
recordarlo. En efecto, todos hemos visto
edificios concebidos para una zona costanera, de clima tropical húmedo, erigido en lo interior del país, donde reina
clima sahariano.
Hay que reunir, por tanto, datos naturales,
datos climatológicos y datos sísmicos.
Los datos climatológicos son, en
esencia: la temperatura y las heladas, la higrometría, los vientos, el asoleo (o nubosidad), la lluvia y
la nieve.
Insistiremos en lo
que precede al tratar de las condiciones naturales
(Cap. III).
En el anexo, figuran mapas climatológicos y sísmicos.
Junto a los datos
naturales, hay que atender a los datos exteriores impuestos: el aire para la ventilación de los edificios queda
viciado a causa de las aglomeraciones. El nivel exterior será el que sea, en
cada caso
particular, según los diferentes tránsitos: aéreo, ferroviario, por carretera.
Tales hechos se imponen al constructor, que no puede zafarse de conocer los valores de la polución o
del nivel sonoro, para edificar en consecuencia.
Más adelante, volveremos sobre estos datos.
Es indispensable una
postrera consideración: la de las condiciones de ocupación. Debe ser
evidente para todo hijo de vecino que un edificio no puede satisfacer las
exigencias de su categoría más que si está ocupado en condiciones definidas
—de hecho, definidas por el uso corriente—; para una vivienda, será el uso
propio de un buen padre de familia. Si el ocupante cierra las entradas de aire
de ventilación y pone a hervir agua durante todo el día, se producirán inevitables
condensaciones, si anda con zapatos claveteados por el piso de linóleo,
éste no podrá durar diez años, etc.
Por un instante,
hemos considerado tres modos de ocupación: mediocre, mediana y
superior. Esta precisión es quizá inútil. Pero hay que tener presente que
la significación del término ocupación normal no es la misma en una
vivienda de cuatro piezas ocupada por seis personas que en otra lujosa de igual
número de aposentos, donde viven dos o tres personas. Cuanto más modesta es
la morada, tanto más la ocupación influye en la construcción. Tenemos aquí una
verdad a menudo ignorada, que explica los fracasos sufridos siempre que se
pretende construir a precios más bajos para habitantes más pobres. Se llega
a un equilibrio, por debajo del cual no hay solución posible.
En verdad, las viviendas hacinadas y, con
mayor razón, las de los inciviles piden más cualidades de durabilidad que los
pisos de los burgueses.
Recapitulemos: exigencias del ocupante,
incluso las exigencias económicas, a saber, exigencias de
habitabilidad, de durabilidad y de economía,
exigencias de la colectividad, datos naturales, datos exteriores impuestos,
condiciones normales de ocupación, he aquí el conjunto de datos para plantear
el problema. Edificar es resolver este problema.
Ahora, sustentamos
el criterio que se puede y, por consiguiente, se debe resolverlo con base científica y ya no empíricamente.
Esto equivale a decir que disponemos
de conocimientos científicos suficientes para resolver el
problema que acabamos de plantear, es decir, que la acústica y la termología aplicadas a los
edificios y asimismo la iluminación, la resistencia de materiales, la sociología y la
economía están ya bastante avanzadas
para lograr la susodicha solución.
En los capítulos siguientes, tendremos ocasión de demostrarlo
para las ciencias que se nos podrían antojar más discutibles: la economía, la
sociología y la ciencia de la durabilidad. Para las demás, remitimos a los
tratados especializados.
Se podrá así comprobar que, en efecto, merced a las
ciencias aplicadas a la edificación, cabe razonar y, a menudo, calcular las
soluciones; en definitiva, determinar las características físicas exigibles a
determinados elementos de la construcción, en un campo definido, lo que suele
llamarse las reglas de calidad para tales elementos.
El problema nos fue
planteado en términos de exigencias humanas respecto al
conjunto del local y, ahora, la aplicación de las ciencias nos da reglas de
calidad para los elementos constructivos.
Conviene observar
que elemento constructivo debe ser interpretado en sentido amplio: es, tanto
como un muro, la instalación de calefacción,
el sistema de ventilación, la distribución interior.
A fuer de exactos,
hemos de reconocer que el estado de nuestros conocimientos carece, en
realidad, de la total perfección para permitirnos
expresar todas las reglas de calidad bajo la forma de métodos de cálculo en que
intervengan los valores de magnitudes físicas correctamente definidas.
A decir verdad,
esas reglas de calidad se expresan de tres maneras:
·
El caso perfecto. El alcance de nuestro saber
permite expresar la regla bajo la forma de un método de cálculo en el que
figuren las magnitudes físicas características de los datos naturales o
exteriores impuestos y las magnitudes físicas características de los materiales
de estructura.
·
Es la expresión científica. Por ejemplo, se sabe calcular una
estructura sustentante en función de las cargas naturales, las sobrecargas y
los módulos de resistencia de los materiales.
·
El caso intermedio.
No sabemos calcular las estructuras, pero somos capaces de definir la obra
satisfactoria, mediante la descripción del buen oficio, según las normas de
ejecución y de materiales. Dichas definiciones se refieren a menudo a índices
tecnológicos, referidos a la marcha de ensayos. Es la expresión tecnológica.
Por ejemplo: un embaldosado durable se obtendrá colocando en obra, de acuerdo
con la norma pertinente, las baldosas fabricadas según la respectiva norma.
Tales baldosas, en particular, sometidas al ensayo de abrasión con disco de
arena, no acusarán una entalladura superior a 12 mm.
·
Por fin, el caso de ignorancia. La regla de calidad
se expresa por repetición de la propia
exigencia humana. Es la expresión
exigencial. Por ejemplo, un témpano de fachada deberá resistir el choque de
un saco de arena de 50 kg, al caer de 2 m. de altura. Es la transcripción, bajo
forma de un ensayo seminatural, de la verificación directa de la siguiente
exigencia: un hombre que tropieza y choca con el témpano no debe atravesarlo.
Puede resultar más cómodo el empleo de la expresión
tecnológica o exigencial de una regla de
calidad, incluso en caso de conocer la expresión científica, dado que puede ser más expedito el ensayo de una estructura o la aplicación de una receta tecnológica que
enfrascarse en cálculos y medidas.
Las reglas de
calidad destinadas a asegurarse la satisfacción de las exigencias térmicas,
acústicas o de iluminación y de estabilidad presentan, en general, expresión
científica.
Al contrario, las
reglas de calidad destinadas a satisfacer la exigencia de durabilidad no tienen casi nunca expresión científica,
porque nuestra ciencia
de la durabilidad está aún en mantillas. Por otra parte, la expresión exigencial resulta ineficaz, dado
que la durabilidad no puede demostrarse a
través de una experiencia instantánea, no cabe probarla más que por la persistencia. Es, pues, la expresión
tecnológica la que se impondrá para
las reglas de calidad que traducen la exigencia de durabilidad.
Añadamos que es raro
que se pueda, de hecho, enunciar reglas cabalmente suficientes para garantía
de la durabilidad. Quedará casi siempre, en grado mayor o menor, la
necesidad de una apreciación acerca de la validez de las reglas dadas.
Insistimos en ello.
Las reglas de
calidad vienen dadas, en las normas, por ciencia. Nos ocupamos en darlas,
más completas, por
elemento constructivo.Fuente: Saber Construir - Habitabilidad - Durabilidad - Economía de los Edificios - Gerard Blachere (Editores Técnicos Asociados, S. A. - Barcelona, 1967)
miércoles, 25 de noviembre de 2015
RT reporta (E23) Perú, retrato de una contradicción
Perú, Retrato de una Contradicción
Hay veces que para ver un problema, debemos respirar hondo y alejarnos lo suficiente para verlo desde una prespectiva mas amplia para poderla entender.
El reportaje de RT expresa una visión de la actualidad del Perú, los contrastes y colores diversos de una sociedad que busca justicia dentro de un Mundo Global, desde una visión que busca entender.
Fuente: Video RT reporta (E23) Perú, retrato de una Contradicción
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
-
Saber Construir Edificar es resolver un problema De acuerdo con la tradici ón, antaño, edificar consistía en aplicar, para satis...
-
Perú, Retrato de una Contradicción Hay veces que para ver un problema, debemos respirar hondo y alejarnos lo suficiente para verlo d...